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IMEDIS - INSTITUTO MULTIDISCIPLINARIO DE ESTUDIOS Y DIFUSION SOCIAL - PERU

LA IZQUIERDA EN EL DIVÁN. LO QUE PUDO Y NO FUE

GUSTAVO LINO AGURTO

IMEDIS

Después de finalizada las elecciones municipales y regionales, los sectores progresistas del país plantearon que,  a través de un gran frente electoral, se logre unificar a la izquierda nacional que con todas sus variantes  (de centro y de ultra) había conseguido una considerable votación sobre todo en la capital, donde obtuvo más de 1 millón de escrutinios gracias al arrastre especial que atrajo Susana Villarán.

Sin embargo, el panorama coyuntural ofrecía una realidad muy distinta. La propuesta de unificar a las izquierdas en un solo frente en menos de dos meses, fracasó de golpe.  En ese transcurso sus dirigentes plantearon dos opciones.  Por un lado la izquierda histórica y gerontocrática proponía hacer cuerpo con la candidatura natural del nacionalista Ollanta Humala. Por otro, los centro -izquierdistas o moderados se encontraban en la disyuntiva de apoyar a Alejandro Toledo o ir solos con tal de no distorsionar su identidad frente al electorado, pues consideraban que eran un partido sui generis y generarían  - como sucedió en Lima – un espacio político nuevo.

Como todos sabemos, tal frente fue una utopía. El esfuerzo de los dirigentes del MNI por la unificación fue en vano, pues Fuerza social y el partido del Padre Arana optaron no aceptar la candidatura natural de Humala. Hasta ese momento todo hacía prever que Fuerza social iría solo a las presidenciales. Sin embargo, un sector de su dirigencia decidió emprender una nueva confluencia, la misma que obtuvo el triunfo en Lima, mas los fonavistas, llevando como candidato al ex canciller Manuel Rodríguez Cuadros. Para sorpresa de todo el país esta alianza duró menos de una semana,  la carta madrileña de Susana Villarán fue  - hasta este momento – el fin de una serie de tropiezos y resquebrajamientos, terminando con una alianza cuestionable y poco fructífera que ha mellado de alguna forma la fuerza de su candidato - él más preparado y culto – y sobre todo la percepción que tiene el electorado sobre este joven partido.

Diferente situación es la de Humala con sus formula Gana Perú, un conglomerado de izquierdas y de intelectuales de la misma tendencia, que mal o bien han sabido alinearse a las directrices verticales del comandante y así poder ubicarse en el espectro político de izquierda (algo que hasta este momento le cuesta a fuerza social) pero con cierto cliché autoritario y algún tufillo militarista, situación que a la larga no le favorecerá mucho ya que la gran prensa aun convendrá tratar y explotar durante toda la campaña.      

Después de este recuento y encontrando a la izquierda dividida en dos o tres frentes, salta a la luz una serie de interrogantes ¿Por qué fracasó la izquierda en unificarse ante la eventual campaña electoral? ¿Acaso lo sucedido con Fuerza Social nos lleva a  reflexionar la incapacidad que tiene la izquierda en generar consensos? Retrocediendo el tiempo un poquito, nos daremos cuenta que la izquierda peruana desde sus orígenes ha tenido una tradición secesionista, y que ha sufrido una serie de fragmentaciones agravada en la década de los sesenta y setenta cuando en el contexto de la guerra fría, la china comunista rompe con la URSS, y, como consecuencia, surge en el país un conjunto de faccionalismos (pekineses, moscovitas, albaneses, foquistas, polpotianos, etc. ) alimentado por la naturaleza caudillesca y mesiánica de nuestra cultura política. Tan solo a inicios de los 80s tras décadas de oscurantismo y utopías, la izquierda formal,  acepta las reglas del juego democrático, renunciando en su mayoría a la lucha armada y logrando aglutinarse bajo el liderazgo del abogado y 1er alcalde marxista de Latinoamérica, el socialista, Alfonso Barrantes Lingán, quien de alguna manera le dio moderación y ecuanimidad a una izquierda que se había caracterizado por ser revoltosa y desordenada.

Convertida en la segunda fuerza política nacional a mediados de los 80s, y con el desastroso 1er gobierno del APRA de Alan García, todo hacía prever que la izquierda llegaría por primera vez al poder bajo las formas democráticas. Sin embargo la insania senderista - que acabó con muchísimos cuadros importantes a nivel nacional - la caída del muro berlinés y el colapso de los países comunistas del este, desubicaron a una izquierda que recién estaba en proceso de maduración, dejándola sin referentes ni bases, pues como se sabe, con ello vino el desencantamiento de la población hacia el discurso justiciero y clasista. La IU no supo mantener esa unidad que pregonaban, empezando nuevamente las clásicas y ya tradicionales escisiones: PUM, PAM PEM, etc. La izquierda desunida otra vez.

Una década de fujimorismo - entiéndase neoliberalismo y adormecimiento social - fue suficiente para borrar del imaginario colectivo toda idea y noción de lo que significa la izquierda. Recién con los intentos re - reeleccionistas del japonés y la crisis económica desatada a fin de siglo, resurgirá progresivamente el discurso contestatario. La marcha de los cuatro suyos fue el evento que vehiculizó la inconformidad social a través de grandes movilizaciones a nivel nacional con un componente importante de gremios, sindicatos y estudiantes en su mayoría de izquierda. El objetivo no solo era tumbarse al régimen dictatorial, sino también, cuestionar el modelo económico instaurado durante una década y que había empobrecido a gran parte de la población.

La izquierda, o lo que quedaba de ella, buscó recomponerse con la marcha de los cuatro suyos, pero no fue suficiente. Con Toledo en el poder, vio que su lucha por modificar el modelo económico (su principal caballito de batalla) no fue tomado en cuenta por los nuevos actores políticos. Sin embargo, 5 años después, encontró en Ollanta Humala - un comandante sublevado en el sur del Perú contra el re - reeleccionismo fujimorista -  una oportunidad para cobijar sus proclamas. Precisamente en las elecciones del 2006 Humala rescató para el discurso político nacional el tema de la exclusión ocasionada por el modelo. Su crítica abordaba temas en relación a la defensa de los recursos naturales y el pago del impuesto a las sobre ganancias mineras, teniendo acogida en los sectores izquierdistas de la sociedad peruana. Pero la incertidumbre que proyectaba, la fama de chavista que le achacó la prensa y las supuestas denuncias por violaciones a los derechos humanos, hizo que la centro izquierda y ciertos sectores progresistas, se espantaran sin dar si quiera un espaldarazo tácito por lo menos. Su derrota frente a un García socialdemócrata – y visto por la prensa como el mal menor - , significó un alivio para los sectores económicamente poderosos del país.    

Cinco años de neo - alanismo si bien ha significado un importante crecimiento económico, ello no ha implicado el desarrollo y bienestar de la sociedad en su conjunto. La gran deuda del estado aprista fue no tener voluntad política por distribuir equitativamente la riqueza.  Ante esta situación, la izquierda, representada en las organizaciones sociales y políticas, no supo ser oposición. Pues si bien en el congreso la bancada humalista se partió, en las calles, la única asonada que puso en jaque al régimen aprista fue el Baguazo. Sin embargo no se puede construir oposición tan solo con la protesta y la violencia. Se requiere de una propuesta política de ancha base que involucre colectivos, intelectuales, gremios, sindicatos, estudiantes, asociaciones civiles, ONGs es decir: Un frente amplio con un proyecto político nacional.

Tan solo quedan unos meses para las elecciones generales, y el frente amplio es un objetivo para el 2016. Sin embargo queda nuevamente la desazón de una izquierda que pudo, pero no quiso; el mismo sinsabor que se sintió en las elecciones del 80 con la derrota de las izquierdas atomizadas (pre – Barrantes) y del 90 con la caída del muro (post Barrantes). En fin una izquierda que aun no aprende de sus errores; que desconoce su historia, desarraigada de lo popular, sin identidad, desligada en su mayoría de los intelectuales y de los jóvenes; una izquierda burocratizada que no ha evolucionado en sus formas de hacer política, y en la que aun “dirigen” los eternos dirigentes, muchos de ellos a puertas de ser respetables octogenarios. La izquierda, esperemos que no, va la extinción progresiva. Su afán de imitar a los partidos de la derecha la está conllevando a la autodestrucción y a dinamitar lo poco de unidad que le queda. Sin duda, la realidad avasalladora de nuestra cultura política sigue siendo un lastre que lastimosamente eclipsa el surgimiento de nuevos cuadros y anquilosa el cambio de estos sectores políticos arcaizados.   

 

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